Nueva arquitectura colombiana: afinidades y contrastesNew Colombian Architecture: Affinities and Contrasts
Alberto Saldarriaga Roa
Tras años de recesión económica, agravada por los efectos del conflicto armado, Colombia vive hoy un resurgimiento de la actividad profesional en diferentes campos de la arquitectura, desde encargos privados de obras individuales hasta proyectos urbanos de gran impacto. Se percibe además cierta agitación conceptual manifiesta, entre otras cosas, en el activismo de grupos de arquitectos jóvenes que buscan abrirse campo en el mercado y definir un lenguaje que los diferencie de sus predecesores y los haga partícipes de las corrientes internacionales.
Con una población nacional superior a los 40 millones de habitantes —una tercera parte en las cuatro mayores ciudades—, Bogotá y Medellín son los focos principales de esta dinámica. Junto con Cali y
Barranquilla lideraron desde comienzos del siglo XX las grandes transformaciones del país. Hoy son centros de vastas regiones geográficas y culturales, y constituyen el motor de la economía del país. El reciente resurgir de Bogotá como ciudad posible, tras ser considerada durante años una realidad irremediable, ha despertado un dinamismo administrativo, profesional y ciudadano orientado a mejorar la calidad del espacio urbano y de sus equipamientos. El fenómeno ha hecho eco en otras ciudades, especialmente en Medellín.
Durante años se intentó fortalecer, desde Bogotá, la búsqueda de una relación orgánica entre edificios y espacios urbanos, asociada al manejo del ladrillo como material preferido cuyas mejores expresiones son acaso las viviendas de “El Parque” y la Biblioteca “Virgilio Barco Vargas”, ambas de Rogelio Salmona.
Las corrientes actuales favorecen un retorno a la abstracción, del espacio urbano como vacío y del edificio como contenedor estéticamente elaborado que reclama espacio libre a su alrededor, pero sin intervenir de forma activa en su configuración. En las obras recientes de los jóvenes resulta evidente la preferencia por este último enfoque.
Las diferencias entre la arquitectura de Medellín y la de Bogotá tienen raíces en el pasado e incluyen enfoques distintos del mercado laboral, del empleo de la técnica y del sentido público del ejercicio profesional. En Medellín ha predominado un espíritu práctico que encontró, en lo moderno, un vasto campo de aplicación. En Bogotá se estableció, desde mediados del siglo XX, una corriente basada en el empleo del
ladrillo a la vista como material preferencial. En Medellín, los arquitectos son, a menudo, gestores de sus propios proyectos, mientras que en Bogotá las grandes firmas y consorcios limitan la participación de profesionales jóvenes. Los concursos públicos son escasos y predominan las asignaciones directas.
Desde el punto de vista de la espacialidad se advierten diferencias interesantes en las obras que presentamos. Así como en la Capilla de la Milagrosa, al abrirse completamente hacia el paisaje, Daniel Bonilla
busca una extensión del pequeño espacio de culto, en la Biblioteca Empresas Públicas de Medellín, Felipe Uribe opta por el enfoque contrario: un elaborado espacio interior contenido en un volumen de fuerte presencia urbana. Algo similar se aprecia en el Archivo de Bogotá. El sentido lúdico del espacio abierto se aprecia en dos obras incluidas aquí: el Parque del Agua, de Lorenzo Castro, y la Plaza de Cisneros, de Juan Manuel Peláez. Ambos privilegian la experiencia del recorrido y las sensaciones producidas por los juegos de agua, luz, vegetación y texturas. Los resultados responden a las distintas condiciones de sus terrenos: en un caso, una topografía accidentada; en el otro, un vacío urbano que se transforma en un espacio artísticamente concebido.
Contrastes más evidentes se aprecian entre obras como la tienda Juan Valdez o las estaciones del Transmilenio de Bogotá. En esencia, son estructuras envolventes de cierta complejidad que liberan un espacio interno. Las técnicas constructivas marcan la diferencia. El proyecto de vivienda “La Playa” en Medellín es el único ejemplo de vivienda económica incluido en esta muestra; indica las posibilidades de hacer un conjunto urbano y habitacional de calidad dentro de las limitaciones impuestas por las políticas actuales en ese ámbito.
Esta selección muestra la diversidad de aproximaciones a la ciudad y a la arquitectura. Aunque cada personalidad es un mundo en sí, cada autor comparte con sus coetáneos una mirada sobre la arquitectura guiada por un espíritu común, el de establecer diferencias claras con sus predecesores y conformar una punta de lanza para conducir la arquitectura colombiana hacia nuevos horizontes.•
Alberto Saldarriaga (Bogotá, 1941) es arquitecto por la Universidad Nacional de Colombia, especializado en Vivienda y Planeamiento en el Centro Interamericano de Vivienda. Entre sus libros destacan: Arquitectura y Cultura en Colombia (1986), Arquitectura Popular en Colombia: Herencias y Tradiciones, (1992), Arquitectura fin de siglo (1994) y Bogotá CD (2000). Es Director de la Maestría en Historia y Teoría del Arte y de la Arquitectura de la Universidad Nacional, así como director de la Corporación Archivos de Arquitectura Colombiana.
Fuente: Revista Arquine
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